Duro y terco

DURO Y TERCO

“Sedequías tenía veintiún años… se negó a humillarse cuando el profeta Jeremías le habló… También se rebeló contra el rey… Sedequías era un hombre duro y terco, y rehusó volverse al Señor, Dios de Israel” (2 Crónicas 36:11-13 NTV).

¿Qué dirían hoy tus conocidos y familiares si escribieran hoy tu biografía? ¿Qué diría tu cónyuge o tus hijos sobre tu forma de ser si estuvieran en un programa de telerrealidad?

En el pasaje anterior, vemos algunas características de la persona Sedequías. Dice que él era joven, terco y duro, tenía problemas de rebeldía en relación a la autoridad, se rebeló contra un rey, contra un profeta y contra Dios mismo. No se quiso humillar ante el Señor, por lo tanto, ignoraba a los profetas que le hablaban de parte de Dios y rompía sus promesas. Al parecer era un joven muy rebelde y falto de sabiduría.

“Sedequías tenía veintiún años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén once años. Sin embargo, Sedequías hizo lo malo a los ojos del Señor su Dios y se negó a humillarse cuando el profeta Jeremías le habló directamente de parte del Señor. También se rebeló contra el rey Nabucodonosor, a pesar de que había hecho un juramento de lealtad en nombre de Dios. Sedequías era un hombre duro y terco, y rehusó volverse al Señor, Dios de Israel” (2 Crónicas 36:11-13 NTV).

No podemos darnos el lujo de ser tercos y rebeldes contra el Señor. El no temer a Dios y no seguir sus ordenanzas es una muestra de falta de sabiduría. Muchas veces de jóvenes cometemos muchos errores que a futuro nos afectan drásticamente. Otras veces durante nuestros primeros añitos con el Señor pensamos que lo sabemos todo, nos enorgullecemos y al final fracasamos.

Evitemos ser duros de corazón o tercos cuando Dios nos habla o cuando Él usa a alguien de autoridad para corregirnos. Si seguimos siendo tercos podemos perder las grandes bendiciones y desviarnos del propósito de Dios para nuestras vidas. Por lo tanto, debemos ser humildes, reconociendo que sin Dios nada somos y lejos de Él nada podemos hacer.

Señor, ayúdame a no ser terco como el rey Sedequías, ayúdame a ver mis puntos ciegos, escudriña mi corazón, examina mis pensamientos, y guíame para ser una persona humilde, respetuosa, que sabe escuchar el consejo sabio de los hombres y mujeres de Dios, y que sabe humillarse ante ti, amén.

“Sedequías tenía veintiún años… se negó a humillarse cuando el profeta Jeremías le habló… También se rebeló contra el rey… Sedequías era un hombre duro y terco, y rehusó volverse al Señor, Dios de Israel” (2 Crónicas 36:11-13 NTV).

Piénsalo:

¿Cuáles señales de terquedad o dureza has estado mostrando?
¿Qué dirían hoy tus conocidos y familiares si escribieran hoy tu biografía?