LA TRAMPA DE COMPLACER
“Temer a la gente es una trampa peligrosa, pero confiar en el Señor significa seguridad”(Proverbios 29:25 NTV).
En ocasiones, los cristianos cometemos el error de buscar la aceptación o aprobación de ciertas personas o grupos de personas que usualmente consideramos importantes para nosotros, tales como: la pareja, la familia, los amigos o los compañeros de trabajo.
Sin embargo, querer “caerle” bien a todos puede ser una trampa muy peligrosa que nos lleve no solamente a la terrible esclavitud del pecado, sino a perder completamente el propósito de Dios para nuestras vidas.
Como cristianos, sabemos que nuestro comportamiento y visión de la vida ha sido o está en proceso de ser transformado, sabemos que nuestro cuerpo es templo del espíritu santo, que nuestra lengua es un miembro muy peligroso y que nuestros pensamientos deben estar conducidos a la obediencia a Cristo.
Aun así, por complacer a esas personas “importantes”, caemos en la tentación de tomar alcohol, expresarnos con malas palabras, hacer bromas de doble sentido, comenzar o participar en chismes, tener sexo ilícito, escuchar música obscena, entre otras cosas.
¿Y por qué lo hacemos? Por el miedo a perder una amistad o un noviazgo. Por el temor a ser criticados por nuestra fe, por miedo a que nos consideren menos valientes o por miedo a no ser popular.
Pero tenemos que tener algo muy claro, nosotros no estamos en este mundo para agradar a las personas, estamos aquí y hemos sido cambiados para agradar solamente a Dios.
“…Nuestro propósito es agradar a Dios, no a las personas. Solamente él examina las intenciones de nuestro corazón” (1 Tesalonicenses 2:4 NTV).
Si caemos en la trampa de complacer a los demás, vamos a volver a la esclavitud de las cosas de las que nuestro Señor Jesús ya nos liberó y vamos a perder el preciado testimonio que puede salvar y libertar a otras personas.
“Por lo tanto, Cristo en verdad nos ha liberado. Ahora asegúrense de permanecer libres y no se esclavicen de nuevo a la ley” (Gálatas 5:1).
Cuando caemos en tentación por querer “caer” bien, perdemos nuestra autoridad de hablarle a otros de Jesucristo y su regalo de salvación porque los inconversos nos juzgan más duramente y nuestro mal ejemplo puede ahuyentarlos.
En cambio, si evitamos la complacencia y nos comportamos con integridad y congruencia, ganaremos a más almas para Cristo, porque gracias a nuestro ejemplo, nuestros familiares, amigos o compañeros de trabajo, se van a acercar a nosotros buscando esa misma libertad y podremos predicar la palabra de Dios.
Recuerda que cuando nuestro Señor Jesús nos dio libertad, fue para vivirla. Si nosotros nos volvemos a esclavizar perderemos el propósito que nos fue dado de predicar el evangelio a todas las naciones y hacer discípulos.
La próxima vez que sientas presión por complacer a otros, piensa en tu llamado, piensa de dónde te sacó el Señor y piensa que tu ejemplo puede salvar a otros.
No hay lugar más seguro para tu vida que complacer a Dios. Hazlo aunque no les guste a los demás, porque no te vas a equivocar si te sujetas a la Palabra de Dios.
“Temer a la gente es una trampa peligrosa, pero confiar en el Señor significa seguridad” (Proverbios 29:25 NTV).
Piénsalo:
¿En qué tentación has caído por agradar a otros?
¿Qué medidas vas a tomar hoy para evitar la complacencia y cuidar tu testimonio?