YA NO HAY CONDENACIÓN
Recuerdo que, en mi juventud, en mis primeros años de cristiano haber escuchado esta frase de un señor adulto y sabio.
Me sentía preocupado y culpable por las imperfecciones y fallas que como joven había cometido.
Me asaltaban preguntas en mi mente. Las dudas de ser salvo me afligían porque no “sentía” merecer ser cristiano, no “sentía” que el Señor me había perdonado todo mi pasado, ni mis imperfecciones con las que luchaba en mi nueva vida cristiana.
Pero algo me trajo una paz inmensa cuando aquel sabio adulto me leyó esto:
Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Rom. 8:1-2 RV60
Por supuesto que también aprendí que la gracia de Dios no es una licencia para seguir pecando. Este versículo no me excusa para dar rienda suelta a las pasiones y deseos de la carne y para violar los Diez Mandamientos.
Solamente nos quita la condenación del pecado.
En mí produce lo siguiente:
- Me devuelve la paz.
- Me hace libre del espíritu de culpabilidad, puedo dormir a gusto.
- Me quita la vergüenza. Ya no tengo que esconder nada, ni martirizarme por mi pasado. Estoy limpio de nuevo, ya no hay condenación.
- Me mueve a servir a Dios por agradecimiento. Con más ganas decido servir a Dios voluntariamente. No lo hago por temor al infierno (ya no hay condenación), le sirvo por puro agradecimiento.
¡Ya no hay condenación!
Piénsalo:
¿Te habías sentido con culpabilidad por tu pasado?
¿Qué cambia en ti el saber que Jesús no te condena por tu pasado?
¿Qué tienes que hacer ahora para vivir conforme al Espíritu y no conforme a la carne?