Humildad en la angustia

Humildad en la Angustia

“Ahora caminaré con humildad durante el resto de mis años a causa de esta angustia que he sentido… Señor, tu disciplina es buena, porque lleva a la vida y a la salud. ¡Tú restauras mi salud y me permites vivir! Sí, esta angustia ha sido buena para mí, porque me has rescatado de la muerte y has perdonado todos mis pecados.”Isaías 38:15-17 (NTV)

La angustia es una experiencia humana inevitable, pero también es una herramienta que Dios puede usar para moldearnos. Muchas veces, en los momentos más oscuros de nuestra vida, descubrimos verdades profundas sobre nuestra relación con Dios, nuestro carácter y nuestras prioridades.
Cuando todo parece ir bien, existe el riesgo de olvidar nuestra dependencia de Dios y perder la humildad. Sin embargo, las dificultades tienen el potencial de transformarnos de maneras significativas.
Lecciones de la angustia:

  1. Nos lleva a buscar a Dios con mayor intensidad.
    En tiempos de angustia, nuestras oraciones se vuelven más sinceras, nuestros clamores más profundos y nuestra necesidad de Dios más evidente. La dificultad nos recuerda que sin Él, no podemos avanzar.
  2. Cultiva la humildad en nuestro corazón.
    Las pruebas nos enseñan a reconocer nuestras limitaciones y debilidades. La arrogancia desaparece, y aprendemos a depender de la gracia y misericordia de Dios para cada área de nuestra vida.
  3. Nos hace más sensibles a las necesidades de los demás.
    Cuando experimentamos dolor, desarrollamos empatía por quienes también sufren. Esto nos impulsa a ser más pacientes, amorosos y generosos, reflejando el fruto del Espíritu Santo en nuestras acciones.
  4. Nos ayuda a valorar la disciplina de Dios.
    Como menciona Isaías, la disciplina divina no es un castigo, sino una herramienta para guiarnos hacia la salud espiritual y restaurarnos. La angustia puede ser el medio por el cual Dios nos rescata y nos transforma.
  5. Fortalece nuestro carácter cristiano.
    A través de las pruebas, Dios pule nuestras imperfecciones y nos lleva a desarrollar cualidades como la bondad, la paciencia y la generosidad. Nos recuerda que el fruto del Espíritu no surge de la comodidad, sino de los desafíos.
“Ahora caminaré con humildad durante el resto de mis años a causa de esta angustia que he sentido… Señor, tu disciplina es buena, porque lleva a la vida y a la salud. ¡Tú restauras mi salud y me permites vivir! Sí, esta angustia ha sido buena para mí, porque me has rescatado de la muerte y has perdonado todos mis pecados.” Isaías 38:15-17 (NTV)

Piénsalo:

  • ¿De qué manera las pruebas recientes han fortalecido tu relación con Dios?
  • ¿Cómo puedes practicar la humildad y la generosidad sin necesidad de enfrentar angustias?
  • Piensa en alguien que esté pasando por dificultades. ¿Cómo puedes ser un reflejo del amor y la paciencia de Cristo en su vida?

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