Tus palabras animan o destruyen

TUS PALABRAS ANIMAN O DESTRUYEN

“Los que no tienen a Dios destruyen a sus amigos con sus palabras, pero el conocimiento rescatará a los justos” (Proverbios 11:9 NTV).

Recuerdo en una ocasión que platicaba con una persona que se sentía haber fracasado en sus proyectos porque se enfocaba en las cosas que no le había salido bien. Su voz y su semblante mostraban su evidente desgaste anímico. Sin embargo, unas palabras de ánimo fueron suficientes para cambiar sus ojitos, los cuales se movieron de estar mirando al suelo a observarme fijamente para ver si mis palabras eran sinceras, sus ojos obtuvieron brillo una vez más en una conversación de solo unos minutos.

Una persona así no necesita que la destruyas más con tus palabras negativas. ¿Qué fue lo que le ayudó? Unas palabras de agradecimiento sincero y de afirmación como persona. Le ayudé a re-enfocarse en sus fortalezas y no en sus debilidades.

La mayoría de las personas son buenísimas para hablar mal o decir lo negativo, pero no tan buenas para hablar bien y ver lo positivo. Jesucristo siempre habló lo bueno, lo justo y la verdad, él supo cómo levantar al caído con sus palabras, hasta sanar y liberar al enfermo o endemoniado. Dios nos ha dado a nosotros también el poder de hacer lo mismo, así que sigamos el ejemplo de Jesús y levantemos al caído.

“Las palabras amables son como la miel: dulces al alma y saludables para el cuerpo” (Proverbios 16:24 NTV).

La Biblia dice:

“Con nuestra lengua podemos bendecir o maldecir. Con ella alabamos a nuestro Dios y Padre, y también insultamos a nuestros semejantes, que Dios hizo parecidos a Él mismo. Hermanos, ¡esto no debe ser así!” (Santiago 3:9-10 TLA)
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¿Cómo son tus palabras frecuentes para con tu esposa, tus hijos, tus compañeros en la escuela o en la iglesia? ¿Edificas o destruyes a otros con tus palabras? Ten cuidado de lo que dices, porque tiene el poder de avivar o matar los sueños de alguien. Tienes el poder de la vida y la muerte en tu boca, si cuidas tus palabras, estarás cuidando tu corazón y tus relaciones con los demás.

Piénsalo:

¿A quién puedes animar hoy con tus palabras?
¿Qué dirían tu familia o tus compañeros de trabajo acerca de tu forma de expresarte?