Sigue predicando

SIGUE PREDICANDO

“Cuando el sacerdote Pasur hijo de Imer, que era el oficial principal de la casa del Señor, oyó lo que Jeremías profetizaba, mandó que golpearan al profeta Jeremías y que lo colocaran en el cepo ubicado en la puerta alta de Benjamín, junto a la casa del Señor. A la mañana siguiente, cuando Pasur liberó a Jeremías del cepo, Jeremías le dijo: «El Señor ya no te llama Pasur, sino “Terror por todas partes” (Jeremías 20:1-3 NVI).

Jeremías era un gran profeta que predicaba la Palabra del Señor, sin embargo, a causa de hacer este bien fue metido a la cárcel. Entró en una frustración tan profunda que comenzó a maldecir el día en que nació. Jeremías estaba enojado y no entendía porque tuvo que ser castigado al obedecer a Dios.

Hay veces que en tu propia familia no aceptan que hables acerca de Jesús, y quizás te sientes como Jeremías. Al igual que el profeta, cuando alguien está enojado, deprimido o amargado no solamente se siente mal, sino que empieza a maldecir a todos a su alrededor y le quita la paz a todo mundo. Por lo tanto, debemos de seguir predicando el evangelio de Jesucristo, y aquí hay algunos motivos que describen porqué es importante hacerlo.

1. Porque es un mandato de Dios.
La Biblia dice, vayan y prediquen. ¿A quién? A toda la ciudad de Las Vegas, a toda tu familia, a todas las naciones en la faz de la tierra. Para esto nos salvó Dios Padre, para que fuéramos portadores de Su gloria, y así todos conozcan quien es el Señor.
“Les dijo: «Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura” (Marcos 16:15 NVI).

2.  Porque hay necesidad.
Hay una necesidad muy grande en el mundo, y es por eso que Dios quiere que sigas predicando la solución, la vida, la verdad y la esperanza gloriosa que está en Jesucristo.
Es la responsabilidad tuya y mía predicar con nuestras palabras y con nuestro ejemplo. Sólo así podremos poblar el cielo con almas y despoblar el infierno. La gente depende de ti.

“Sin embargo, cuando predico el evangelio, no tengo de qué enorgullecerme, ya que estoy bajo la obligación de hacerlo. ¡Ay de mí si no predico el evangelio!” (1 Corintios 9:16 NVI).

Piénsalo:

¿Por qué es importante que prediques la Palabra de Dios?
¿A quién le puedes contar acerca de las maravillas del Señor?