CUIDADO CON LA IMPACIENCIA
Se nos habla de Abraham y Sara, Abraham el padre de la fe, a la edad de 75 años recibe una promesa de Dios, su descendencia sería tan grande como las estrellas del cielo… Abraham le creyó al Señor. Su esposa Sara tenía 65 años en ese momento, por lo tanto, ella era considerada estéril, y Abraham de 75 años ya estaba muy débil para soñar en tener un hijo. Sin embargo, Dios se lo prometió y Abraham le creyó al Señor, tomó su palabra y la guardó en su corazón.
Abraham creyó en la promesa, el creyó que Sara le daría un hijo sin importar la edad, pero al igual que nosotros hay un pequeño detalle que afecta grandemente nuestra fe: el tiempo. Dios le dijo que le daría un hijo, pero no le dijo cuándo, no le explicó cuánto tiempo faltaba para que esa promesa se hiciera realidad. Diez años después de la promesa, la fe de Abraham, el gran padre de la fe, flaqueo y su corazón y el de Sara se llenaron de impaciencia, ya tenían 85 años y su hijo aún no había nacido, así que decidieron darle una ” ayudadita a Dios”.
Abraham efectivamente tuvo un hijo, pero no era el hijo de la promesa, no era el tiempo de Dios, ni era el camino del Señor, ese hijo no trajo alegría a la casa de Abraham, sino tristeza, Sara se sintió menospreciada, en lugar de alegría ese hijo trajo dolor. Esto pasa muchas veces cuando a nosotros llega la impaciencia y nos atrevemos a ayudarle a Dios, para recibir más rápido la respuesta, y al final los resultados nos traen dolor y sufrimiento.
No te adelantes en los planes del Señor. Él sabe lo que está haciendo contigo y en tu vida, si Él te prometió algo, Él lo va a conceder en su debido tiempo, pero mantente paciente. La mayoría de las veces, se requiere paciencia para recibir las promesas grandes. Las cosas buenas toman tiempo.
Piénsalo:
¿Le estás tratando de ayudar a Dios en alguna promesa?
¿Por qué necesitas esperar en el Señor y no adelantarte?