HAY PODER EN TUS PALABRAS
¿Por qué no vive la gente una vida abundante? La mayoría de los cristianos creen y confiesan lo malo, creen y hablan la palabra del diablo y no las promesas que están en la Biblia.
Cuando el pueblo de Israel estaba a punto de tomar la tierra prometida hubieron dos tipos de personas, los que le creyeron a Dios que hablaron cosas positivas y los faltos de fe que expresaron lo negativo, vieron gigantes y una amenaza a sus vidas, el Señor dio una promesa y ellos la vieron, pero no la creyeron y con su lengua dijeron lo malo. (Números 13:31-33)
Debemos de tener cuidado con lo que decimos, porque las palabras no se pueden recoger, ni se las lleva el viento. El efecto de lo que hablamos va más allá de lo que imaginamos.
¿De qué hablas generalmente con tu familia? Deja de hablar problemas en la mesa delante de tus hijos, que amarga el pan dulce que el Señor te da. Las palabras de los padres tienen consecuencias en los hijos. Cosechamos en nuestra familia el fruto de nuestras palabras.
Cuando Moisés envió a los espías a evaluar la tierra que Dios por promesa les había ya entregado, diez de doce hombres regresaron proclamando malas noticias de todo lo que habían visto en la tierra prometida y el efecto que causaron esas palabras dañinas provocaron que miles de personas perdieran lo mejor de sus vidas.
Nuestras palabras pueden matar las ilusiones de otras personas y las nuestras. La forma en la que hablamos puede enfermar, causar desánimo, temor, dolor y queja o infundir fe, ánimo, gozo y satisfacción en los que nos escuchan.
Piénsalo:
Es importante evaluarnos y reflexionar en qué es lo que predomina cuando hablamos:
¿Se nos hace más fácil criticar a los demás, que decir virtudes de ellos?
¿Cuándo tenemos un problema lo primero que hacemos es renegar y preguntar porqué nos pasa esto?