OBEDIENCIA A DIOS
Con Dios no hay que negociar, hay que obedecer.
Los grandes hombres de fe también cumplen con exactitud y precisión lo que Dios les pide que hagan. Abraham circuncido a su hijo con exactitud a los ocho días de nacido tal como Dios lo había ordenado. No negoció con Dios. Más tarde entregó a su hijo Isaac en el altar del sacrificio tal como Dios lo pidió. No trató de negociar con Dios.
Si queremos ver las promesas de Dios cumplirse en nuestra vida, es necesario nuestra obediencia hacia Él. Debemos hacer tal cual nos pide Él, recuerda que obediencia a medias es desobediencia, y obediencia retardada es desobediencia.
Por eso a los más de cien años recibió una gran promesa que hasta el día de hoy Dios la ha cumplido:
Piénsalo:
¿Qué cosas te ha pedido Dios que aún no has hecho?
¿Has hecho todo lo que Dios te ha pedido al pie de la letra o has querido negociar con él?
¿Qué promesas estás esperando de parte de Dios?