LAVAR
Lavar me habla de limpiar algo.
Me hace pensar en quitar las impurezas, en remover las manchas, en sacudir el polvo, en pulir o lustrar algo, en hacer que algo brille y sacarle su verdadero color.
Se puede lavar la ropa, los trastes, el carro, el piso, la cabeza, los pies, el cuerpo, etc.
Podemos lavar no solo nuestro cuerpo sino nuestro corazón, nuestra alma, nuestra mente.
Jesús nos lava con su Palabra los pensamientos autodestructivos, las emociones tóxicas como el odio, el temor, resentimientos, amargura, etc.
Jesús nos lava los ojos para tener visión. Podemos ver por la fe cosas grandes.
Podemos ver los planes que él tiene para nuestra vida.
Todo es posible en Dios. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. (Fil. 4:13)
Lavar me habla de oler a limpio y rico, de un olor atractivo que inspira integridad para que otros se me acerquen con confianza.
Piénsalo:
¿Qué ha lavado la Palabra de Dios?
¿Qué necesitas que Dios lave en ti?
¿Qué ha cambiado en ti después de que Jesús lavó tu corazón y mente?